Como algunos sabréis, últimamente estoy leyendo un libro de Almudena Grandes que se llama “El corazón helado”. Estoy inmersa en sus palabras y no consigo despegar mis ojos de su historia, que más que apasionante me parece triste , muy triste.
En una parte del libro habla de dos hermanos que están en el frente luchando y que comparten sobre todo dos sentimientos, EL MIEDO y LA SOLEDAD, este miedo me ha hecho escribir este relato, que como podréis leer no entiende de bandos, sino de personas:
"Era una noche de Diciembre larga y callada de 1937, oscura como todas, alumbrada por una luna menguante casi inapreciable, mientras Juan Arias yacía en su saco temblando por el frío que le calaba los huesos. El fragor de la batalla había cesado dando paso al más profundo de los silencios y en su soledad no conseguía conciliar el sueño, que desde hacía semanas no venía en su busca. Quería pensar en su madre, en su casa de un pueblo de Toledo, en el sabor del queso en aceite que siempre tenían en la alacena, en su novia Carmela que vivía dos casas más abajo, con la que había compartido antaño juegos de chiquillos y ahora besos furtivos los domingos después de misa. Quería pensar en sus paseos en bicicleta, en las fiestas del pueblo, en el olor a leña de las calles cuando caía el otoño, en el sabor de las migas que preparaba su tía Venancia, quería pensar en todo aquello, mas no podía dejar de temblar y de recordar las luces tintineantes de los disparos que le rozaban un día tras otro el cuerpo y el alma.
Cerca de allí, en plena sierra de Madrid, en el pueblo de Guadarrama, Francisco Arias se hallaba sentado en una roca de color grisáceo mientras escuchaba el ronco quejido de su compañero Pepín García, herido en la mañana anterior por una bala en el muslo izquierdo. Fumaba un cigarro tras otro de la única cajetilla que le quedaba, sin pensar que para mañana no le quedaría tabaco, sin pensar en el mañana como algo real y posible en su vida. Estaba helando y una niebla densa teñía el monte con un blanco velo. De pronto un estruendo quebrantó el silencio, posiblemente un bombardeo , y después…. Nada. Sólo un pájaro sombrío, negro, un cuervo, que apoyado en una rama de un árbol desnudo graznaba un réquiem por los soldados muertos.
Al día siguiente, Juan continuaba en las trincheras de un pueblo a cincuenta kilómetros de Burgos, las balas iban y venían haciendo de la muerte un vaivén replicante, los gritos se mezclaban con los alaridos de los alcanzados por la metralla y el barro del suelo iba tornándose rojizo por los charcos de sangre. Cuando todo era un caos, una mano tocó el hombro de Juan y unos ojos apesadumbrados le miraron fijamente. Con un lo siento en los labios, el cabo D. Edelmiro Fonseca le comunicó a Juan la muerte de su hermano Francisco y de otros diez compañeros la noche anterior en la sierra de Guadarrama, mientras estaba helando y una niebla densa teñía el monte con un blanco velo.
A medio día, el cuervo seguía allí, graznando…
Bajando por la calle del olvido,
a dos metros del cruce de la pena,
derrotado pasa andando el camino,
un caminante herido en plena guerra.
Le duele el alma y le sudan las manos,
sus lágrimas caen tristes en el suelo
pensando en que su hermano yace muerto
recordando un ayer lleno de sueños….."
En una parte del libro habla de dos hermanos que están en el frente luchando y que comparten sobre todo dos sentimientos, EL MIEDO y LA SOLEDAD, este miedo me ha hecho escribir este relato, que como podréis leer no entiende de bandos, sino de personas:
"Era una noche de Diciembre larga y callada de 1937, oscura como todas, alumbrada por una luna menguante casi inapreciable, mientras Juan Arias yacía en su saco temblando por el frío que le calaba los huesos. El fragor de la batalla había cesado dando paso al más profundo de los silencios y en su soledad no conseguía conciliar el sueño, que desde hacía semanas no venía en su busca. Quería pensar en su madre, en su casa de un pueblo de Toledo, en el sabor del queso en aceite que siempre tenían en la alacena, en su novia Carmela que vivía dos casas más abajo, con la que había compartido antaño juegos de chiquillos y ahora besos furtivos los domingos después de misa. Quería pensar en sus paseos en bicicleta, en las fiestas del pueblo, en el olor a leña de las calles cuando caía el otoño, en el sabor de las migas que preparaba su tía Venancia, quería pensar en todo aquello, mas no podía dejar de temblar y de recordar las luces tintineantes de los disparos que le rozaban un día tras otro el cuerpo y el alma.
Cerca de allí, en plena sierra de Madrid, en el pueblo de Guadarrama, Francisco Arias se hallaba sentado en una roca de color grisáceo mientras escuchaba el ronco quejido de su compañero Pepín García, herido en la mañana anterior por una bala en el muslo izquierdo. Fumaba un cigarro tras otro de la única cajetilla que le quedaba, sin pensar que para mañana no le quedaría tabaco, sin pensar en el mañana como algo real y posible en su vida. Estaba helando y una niebla densa teñía el monte con un blanco velo. De pronto un estruendo quebrantó el silencio, posiblemente un bombardeo , y después…. Nada. Sólo un pájaro sombrío, negro, un cuervo, que apoyado en una rama de un árbol desnudo graznaba un réquiem por los soldados muertos.
Al día siguiente, Juan continuaba en las trincheras de un pueblo a cincuenta kilómetros de Burgos, las balas iban y venían haciendo de la muerte un vaivén replicante, los gritos se mezclaban con los alaridos de los alcanzados por la metralla y el barro del suelo iba tornándose rojizo por los charcos de sangre. Cuando todo era un caos, una mano tocó el hombro de Juan y unos ojos apesadumbrados le miraron fijamente. Con un lo siento en los labios, el cabo D. Edelmiro Fonseca le comunicó a Juan la muerte de su hermano Francisco y de otros diez compañeros la noche anterior en la sierra de Guadarrama, mientras estaba helando y una niebla densa teñía el monte con un blanco velo.
A medio día, el cuervo seguía allí, graznando…
Bajando por la calle del olvido,
a dos metros del cruce de la pena,
derrotado pasa andando el camino,
un caminante herido en plena guerra.
Le duele el alma y le sudan las manos,
sus lágrimas caen tristes en el suelo
pensando en que su hermano yace muerto
recordando un ayer lleno de sueños….."
5 comentarios:
Creo que la temática me va interesando. Espero que con lo que he leido en tu blog no me hayas destripado parte del libro.
Te aconsejo unos documentales sobre la Guerra Civil, aunque son sólo sobre lo que ocurrió en el sur , son unos nueve episodios del Canal Sur 2 de Andalucía (en la mulita se pueden conseguir fácilmente). Inpresionantes todos ellos, la realidad supera la ficción.
¿Te has leido "Los girasoles ciegos"?
Saludos.
Querida Recuerdos Perdidos,
No sé si te he destripado el libro sinceramente, porque donde yo les dejé los hermanos siguen vivos, pero vamos que creo que un poco previsible y algo así pasará, aunque ni mucho menos así te destriparía el libro, creo. Simplemente me puse a pensar en el tema, en la guerra y me imaginé esta historia que he relatado.
No, no he leído el libro, lo tendré en cuenta, muchas gracias.Y en cuanto a los vídeos, voy a buscarlos y te cuento.
Muchas gracias por estar aquí.
besos
Buen relato melibea. Te reitero que me gusta como escribes.
Quizás, para darle más dramatismo, los hermanos podrían estar en bandos distintos. Cosa que pasó de verdad.
Nos leemos.
Buenas:
Pos sis,tiene razón Ciudadano Quien, sería más drámatico si fuesen de dos bandos distintos.
Parece, Melibea, que te gusta escribir y lo haces bastante bien (no dejes de hacerlo)
Saludos
Ciudadano Quien
Gracias por tus ánimos , se agradecen de verdad, ya has visto en mi blog que llevaba tiempo sin escribir y tus comentarios me animan a no guardar mi pluma.
Recuerdos Perdidos
Gracias también por tus palabras de aliento.
En cuanto a lo de los dos bandos, pues sí , tenéis razón, pero como pongo en el encabezamiento, no quería hablar de bandos, sino de sentimientos de personas, independiente de su ideología, aunque está claro que es una guerra y es difícil dejar aparte la ideología , no?
Salu2 a los dos
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